lunes, 13 de junio de 2011

El beso. Luis Pescr




”Vamos a caminar (dijo Alma a Frin).
Fueron hasta la barrera de gomas quemándose. Se acercaron tres niños a invitarlos a caminar. Partieron los cinco hasta la entrada de un camino entre dos campos, lejos de las luces. Alma se acordó de la vez que fueron al cementerio viejo y le contaron a los demás, agregando la historia de la abuela. Discutieron sobre si ese hombre podía vivir todavía o no, hasta que los demás medio se asustaron y se fueron.

La noche era tan oscura y limpia y cargada de estrellas, que no sólo se veía el cielo, sino que se sentía el espacio. Con sus soles, cometas y planetas invisibles. Y que la Tierra es un astronauta flotando.
—Parece un cielo dibujado por Vera (dijo Frin susurrando).
—Es cierto… ¿viste allá? (Alma).
—¿Qué cosa?
—Ésa que parece una estrella, pero se mueve (Alma, bisbisando).
—… no, no me doy cuenta cuál… (Frin, inclinándose hacia Alma, para ver lo que ella veía).
—… ésa (inclinó su cabeza hacia Frin, sin dejar de mirar el cielo) ésa… ¿ves?
—Sí (Frin, sin regresar a su lugar, inclinado) … sí, es un satélite.
—Sí (sin alejarse de él).

Se quedaron como dos ramas, apoyadas una en la otra. Callados.

—¿Oís? (musitó Frin).
—… ¿qué cosa?
—… (Frin hizo una seña con la mano, abarcándolo todo).
—… (Alma asintió callada, con los ojos abiertos).

Era el silencio que bajaba con todos sus caballos, como juguetes de vidrio con agua adentro y era el silencio que bajaba con sus caballos, como esos juguetes de vidrio, como el silencio con sus caballos blancos y oscuros, y esos juguetes con agua adentro, que cuando se dan vueltas cae la nieve. Así caían los caballos del silencio, rodeando la luz en que flotaba la noche. Y era la noche que se caía como en esos juguetes de vidrio con agua adentro y copos blancos como de nieve que caen blancos y oscuros, y todo tan quieto y tan lento y era la noche y eran los copos y alguna mano más grande que el mundo que estaría dando vueltas su juguete de vidrio con agua adentro para ver cómo caen los copos de los caballos blancos y oscuros del silencio. Y cuando los copos llenaban el campo, la mano daba vuelta al juguete y subían; y era la mano que otra vez daba vuelta al juguete de vidrio con agua adentro para que los copos suban con los caballos del silencio y la leche de la Luna que mira al gigante que juega para que Frin y Alma vuelvan a ver cómo caen los copos blancos y oscuros y es la cabeza de Alma que apenas se cansa, que se cansa un poco y descansa apenas descansa de que se cansa un poco en el hombro de Frin, y es el hombro de Frin que como dos ramas apoyadas una en la otra descansa un poco, apenas, en la cabeza de Alma. Y los copos volvieron a bajar y los rodearon de espirales blancos en el blanco o negros en el negro, y Frin pasó su brazo por el hombro de Alma. Y ella, como si hubiera esperado ese gesto desde toda la vida, desde que era bebé y estaba como esos juguetes de vidrio con agua adentro, que cuando se dan vuelta cae la nieve, se aflojó en el brazo de Frin. Mirando los copos blancos de los caballos del silencio del cielo dibujado por Vera se quedaron un millón de para siempres. Cuatro millones de ondulomil de mil millones de infinitos.

Frin quiso mirarla, corrió su brazo y levantó despacio su cabeza. Volteó hacia ella. Alma también quiso mirarlo. Se quedaron. Ojos muy cerca de los ojos de cascabelito lindo. Muy cerca de la nariz que está cerca de la nariz de los ojos de cascabelito cascabelito lindo. No fue que Alma se acercó, sino que algo profundo y sencillo se le aflojó adentro. Frin se inclinó hacia adelante y cerró los ojos. Alma cerró los ojos y se inclinó. Frin sintió, delicadamente, los labios de Alma con sus labios. Primero Frin sintió, delicadamente, los labios de Alma con sus labios. Luego, Frin sintió a Alma con sus labios, y Alma sintió a Frin con los suyos. Y eso era un beso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario