domingo, 26 de febrero de 2012

Mis tres vestidos blancos


Mis Tres Vestidos Blancos


Mama me compró un vestido
que es blanco y muy especial.
Es la segunda vez que uso uno
y no tengo ninguno igual.
Hace mucho tuve otro
que ahora guardo en un cajón.
Lo use hace ya largo tiempo
el día de mi bendición.
Era entonces muy pequeña
y, toda vestida de blanco,
mi papa me bendijo ese día
mientras me tenía en sus brazos.
Era también limpia y pura, y tenía que aprender
sobre el plan de nuestro Padre
para la gloria obtener.
Ahora tengo edad de saber
lo que es bueno y lo que es malo;
y hoy para mi bautismo
me he puesto un vestido blanco.
Quedaré limpia de pecado,
lo veo muy claramente;
me asiré a la barra de hierro,
lo prometo solemnemente.
El pecado manchará mi alma
como el barro mi vestido.
Pero quedaré otra vez blanca
después de haberme arrepentido.
Y si me esfuerzo de verdad,
seré muy bendecida
cuando en la Casa de Dios
entre, de blanco vestida.
Trataré de hacer lo justo
siempre desde mi bautismo,
que es ordenanza sagrada.
Por eso es blanco el vestido.
(Linda Gay Perry Nelson, l993.) /

jueves, 23 de febrero de 2012




Juan a su madre dijo querer,
y aunque el agua tenía que traer,
al patio se fue a hamacar
y se olvidó de trabajar.
Rosa a su madre dijo amar
y así se le oyó jurar,
pero tanto peleó y gritó
que a su madre entristeció.
“Te quiero, madre”, dijo Graciela,
y hoy que no tengo clase en la escuela,
te ayudaré todo lo que pueda.
Meció al bebé hasta que se durmió,
de puntillas del cuarto salió
y toda la casa muy pronto barrió.
Alegre y feliz hizo los mandados
hasta que el día hubo terminado.
“Te queremos, madre”, volvió a resonar
cuando los tres se fueron a acostar.
¿Cómo podía la madre adivinar
cuál de los niños la amaba más?
( 
Joy Allison, “Which Loved Best?”, en McGuffey’s Third Eclectic Reader, 1879, págs. 146–147. Citado por Pdte. Monson en  
“El portal del amor”, Liahona, octubre de 1996, págs. 4, 5, 6.)

Maestra Visitante




Un día una tarea para mí tenía el Señor
Pero yo estaba muy ocupada;
Así que dije: “Busca a otra, por favor, Señor”
O espera que esté desocupada.
No sé cómo le fue al Señor
Supongo que se las habrá arreglado
Pero dentro de mí sentí el dolor
Y supe que con Él mal había obrado.
Un día precisé yo del Señor,
De inmediato lo necesitaba;
Oré a Él con mucho fervor
Pero sentí que no me contestaba
Mas escuché en mi corazón acusador
“Ahora Yo estoy ocupado,
Busca tú a alguien, mejor
O espera hasta que haya terminado”.
Ahora cuando una tarea para mí tiene el Señor
Aunque tenga algo entre manos
la buena obra hago con mucho amor
y nunca vuelvo a desairarlo
Mis asuntos pueden continuar,
O esperar a que haya terminado.
Pues nadie más podrá la tarea acabar
Que el Señor para ti ha señalado.

(Paul L. Dunbar, Specially for Mormons –
Traducción Libre de Delmy Pino)

jueves, 2 de febrero de 2012

Tu fortaleza radica en mi



Newel K. Whitney no se sentía capaz de llevar a cabo los menesteres del oficio, aun cuando el Profeta le dijo que el Señor lo había llamado por  revelación. De manera que el Profeta le dijo: “Vaya y pregúntele al Padre usted mismo”. Newel se arrodilló en humilde súplica y escuchó una voz del cielo que le dijo: “Tu fortaleza radica en mí”

(Nuestro Legado, pág. 26-27)