A pesar de las lágrimas y las pruebas,
de los temores y los pesares,
del desconsuelo y de la soledad
tenemos la certeza de que la vida es
sempiterna. Nuestro Señor y Salvador
es el testigo viviente de que es así.
de los temores y los pesares,
del desconsuelo y de la soledad
tenemos la certeza de que la vida es
sempiterna. Nuestro Señor y Salvador
es el testigo viviente de que es así.
(Liahona, Mayo 2007, pàg. 25)
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